Colegio La Fila, epicentro de la ayuda en Alfafar: “Llevo 72 horas sin dormir”
“Macarrones!, agua!”. Stefan y su grupo de amigos se pasean entre coches destrozados, barro y escombros. Llevan un carro de la compra lleno hasta arriba de comida. Tuppers de macarrones, leche y botellas de agua. Van de un lado al otro de la Avenida Reyes Catlicos, de Alfafar, gritando este escueto men del da. Los destinatarios son las personas mayores que desde los balcones acuden a su llamada.
Desde un sexto piso, una anciana les avisa. Stefan coge un tupper y un brick de leche y lo sube hasta la anciana. Afortunadamente, el ascensor funciona, pero no hay luz en el portal. Con un “muchas gracias” muy sentido, Puri recibe su racin. “Estn calientes los macarrones”, suelta cariosamente. Al bajar al rellano, Stefan entrega otra racin a otro anciano. “Slo salgo hasta la puerta” cuenta. Dar un paso ms all supone riesgo de caer. La calle est llena de barro y escombros.
Stefan, junto a sus amigos Sergio, Patricia y Adela, y sus respectivos hijos, reparten la comida por la avenida hasta que vacan el carro. A las 17.00 de la tarde es el segundo que llenan. Primero con sus propios alimentos. “Venimos de un pueblo a 10 kilmetros cargados con 20 kilos”, explica Sergio.
Cuando terminaron su comida, se acercaron al colegio pblico La Fila, ubicado en la misma avenida. Ah, un ejrcito de voluntarios trabaja a destajo para intentar cubrir todas las necesidades del barrio. La entrada del centro est llena de paales; los pasillos tienen centenares de botellas de agua; una alfombra de bolsas llenas de comida sustituye a las mesas de lo que hasta el lunes era el comedor escolar.
Dos voluntarias, que no quieren dar su nombre -“no buscamos protagonismo”- llevan desde el jueves preparando esas bolsas. “Venimos a ayudar a los que no tienen nada”, explican. Muchos vecinos, como ellos, estn exhaustos tras interminables jornadas: “Llevo 72 horas sin dormir”, cuenta una de ellas mientras ordena los paales por tallas.
A la entrada del colegio, donde hace poco los nios corran y llenaban el patio de gritos y risas, est Hctor. Es de la zona, pero ha venido desde Almera, donde reside, para ayudar. Junto con varios amigos, carg un camin con comida “donada por proveedores y restaurantes”. De esta improvisada cocina salen los macarrones que se ha comido Puri. Pero tambin bocadillos, perritos calientes, revuelto de huevos con chistorra y patata o un arroz. “Ahora nos han trado ms y lo vamos hacer con tomate y salchichas”, cuenta Hctor.
“Cocinamos para todo el que lo necesite, para que coman caliente”, dice Hctor. Tanto personas que lo han perdido todo como los voluntarios que ayudan. “Todo el mundo est ayudando, esto es devastador”, aade.
A medida que la tarde cae en Alfafar, las furgonetas que salen del colegio para otros puntos se van llenando de comida. Voluntarios del banco de alimentos llenan dos hasta arriba con destino a otras zonas del pueblo.
A las 19.00, la oscuridad es casi completa, solo rota por la luz de la entrada del colegio y alguna farola. Con cuentagotas llega gente buscando algo de cenar. Los ms desafortunados, los que han perdido todo, pasarn la noche en alguna de las aulas del colegio. No son muchos, apenas unas familias, pero en Colegio La Fila, epicentro de la ayuda en Alfafar, no quieren que nadie se sienta solo.