Una rendija de luz tras la DANA: la carta de Luca que la uni para siempre con la escritora finalista del Planeta


rase una vez una escritora que tena su casa junto a un ro seco.

Por el ro nunca pasaba agua, y la escritora -pongamos que se llamaba Carmen Amoraga (Picanya, 1969)- viva all feliz, con su marido y sus dos hijas, ganando algn premio literario, por ejemplo el Nadal 2014, y quedando finalista del Planeta 2010.

Pero un da -29 de octubre pasado- el ro s que se llen. Donde antes no haba nada aparecieron, en media hora, cinco ebros como cinco monstruos.

La escritora hizo lo que pudo. Coloc unos muebles encima de otros. Se subi a la planta de arriba (por suerte ella tena otra). Se asegur de que su familia extensa, que vive alrededor, salvaba el cuello.

Tuvo suerte. Mi prima me dijo: ‘Ven a mi casa, la tuya igual se inunda. Bueno, pues mi prima ya no tiene casa. El cielo haba decidido derramarse sobre el barranco del Poyo, a 50 metros de su casa.

Los das posteriores fueron feos. La casa se llen de cosas, el agua haba sacado muebles de unas casas y los haba metido en otras.

La familia se tir das sacando lodo, ramas y de todo, sin descanso. incluso hubo que hacer cola para conseguir comida, pero rpido vimos que la gente volva a vender y dejamos de coger lo que nos daban: el dinero se tiene que mover.

Una noche, cuando llevaban seis das sacando barro y basura del saln, la escritora y su marido estaban llevando unas bolsas a los contenedores cuando unos chicos de una furgoneta se empearon en darles una bolsa con comida.

Yo les deca que no haca falta, pero eran majos. Carlos les cogi la bolsa. Yo no quera.

Al llegar a su cocina, an un poco embarrada, la mujer abri la bolsa. Un paquete de lentejas, leche desnatada y sin desnatar, unos cruasanes con crema y otros sin ella, unos guantes….

De pronto vio un papel en el suelo. Ser la etiqueta de las lentejas, se dijo. Pero no.

Era una cuartilla doblada. Por fuera alguien haba pintado un corazn, relleno con la bandera valenciana. Dentro, una letra infantil, pero bien redondeadita, haba escrito: Hola, soy Luca, una alumna del cole San Jos Jesuitas. Espero que t, que ests leyendo esto, ya tengas una casa, y comida, y no hayas perdido nada. Me duele mucho que haya gente que haya perdido todo. Gracias a que todos aportamos un granito de arena Valencia volver a brillar.

A la escritora le dio un soponcio, que no es una sopa muy grande. Mand tres audios a sus hijas. En los dos primeros les pidi entre lgrimas que jams olvidaran lo que significaba ayudar. El tercer audio deca: Y en un rato cenamos.

Tras la cena, an flotando, la escritora hizo lo que hacen los escritores: tom lo que senta y lo convirti, zas, en palabras. En Instagram y, aunque no suelo usar Twitter, porque la gente est muy enfadada, la puse tambin en Twitter, porque me haba quedado bonito.

La familia llevaba seis das recogiendo basura de sol a sol, as que nos metimos los cuatro en la cama a ver, por primera vez desde que haba pasado todo, una peli: ‘Los Goonies’. Y al rato veo en el mvil mucho movimiento, mucha luz. Le digo a Carlos: ‘Qu es esto’.

El mensaje en la botella -en este caso, en la bolsa de comida- de Luca, y la respuesta de Amoraga, haban llegado en unos minutos a miles de personas. Cinco mil, por lo pronto, rebotaban el intercambio. Una profe de la nia le contestaba a la escritora: Carmen, hago que le llegue a Luca, no sabes lo contenta que se va a poner.

La tragedia, los 222 muertos, las imgenes inslitas de la riada, el dolor por lo perdido… De golpe, del horror sala algo positivo.

El cario y la esperanza de una nia que aprende qu es ayudar.

La emocin de una adulta, herida y cansada como todos los adultos, recordando gracias a la inocencia infantil que todo vuelve a empezar cada minuto.

Y que juntos, con perdn por lo cursi, siempre mejor.

Fue como si me hubieran escrito mis hijas, nos cuenta Amoraga, mientras la llevamos en coche, desde el barro de Picanya a la intacta Valencia, al encuentro de Luca para la foto. Tena ms hierro la carta que las lentejas. Estuve varios das con una sonrisa en la cara. Fue lo mejor que me pudo pasar, lo ms valioso.

No ser la primera vez que se ven. Desde que el intercambio epistolar se viraliz -y no sabes lo difcil que es viralizarse, yo he ganado premios y nunca lo haba logrado: la gente necesita escuchar cosas buenas-, ambas ya se han visto otra vez.

Una cadena de TV coloc a Luca en la puerta de casa de Amoraga en plan Sorpresa, sorpresa, y sta llor casi tanto como el cielo una semana antes.

Pero hay ms. Amoraga, de frente con la pureza promisoria de una nia de 11 aos, particip del ruedo de la poltica: fue concejal de su pueblo, y alto cargo de Cultura en la Comunidad por ocho aos, hasta 2023.

Est podrida, la poltica est podrida, admite en unos das en que, honestamente, es imposible llevarle la contraria. Pero matiza: Aunque tambin es verdad es que es producto de una sociedad.

Luca resulta ser un hada de 11 aos que, preadolescencia obliga, grita histrica con sus amigas antes de que el fotgrafo la retrate.

El colegio, de 2.300 alumnos y que ha acogido a 200 ms de las zonas afectadas -y a algunos profesores, cuenta Rubn Mora, el director de Primaria-, mand 400 bolsas de comida al drama por medio de una asociacin de Benaguasil, y muchas otras personas contestaron a las cartas de los nios.

Luc

Luca, alumna de sexto de Primaria del colegio San Jos Jesuitas de Valencia, con su carta, que acab pegada a la nevera de la escritora Carmen Amoraga.

Luca: Yo intent poner mi mejor letra. Me salieron cosas bonitas sobre la DANA, aunque algn compaero se lo tomaba a broma. Me gusta mucho dibujar corazones. Lo que ms me ha impresionado de todo es la gente que se ha quedado sin nada. Yo pensaba que la carta nunca iba a llegar a nadie. Los nios somos ms fuertes que los adultos. Hacer a una persona feliz para m ya es mucho. Todo verdad.

Pero la vida es como es, y Luca ya lo saba. En febrero pasado, la casa en la que ella naci y vivi hasta hace dos aos ardi como una antorcha gigantesca: el lector recordar el incendio de Campanar en Valencia. Ah haba amigos, mucha gente conocida, a nuestras hijas les afect mucho, admite su padre.

Carmen y Luca se miran. De mayores nos pudrimos, pero ellos puede que no, dice de pronto la escritora, y se hace un espeso silencio. En tu carta, t eras todas las nias y toda la bondad, agrega, y todos volvemos a respirar.

Porque esto pasar, le escribi Amoraga a Luca en su respuesta. Pero vendrn otras desgracias, Luca. Les he pedido a mis hijas que no se olviden de ti y de la gente como t. Porque es por vosotros que el mundo nunca, nunca, nunca, dejar de brillar.

Ambas se despiden. Han pasado muchos das pero an hay demasiado que hacer.

Y colorn, colorado, este cuento no se ha acabado.





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