Los reyes del Caño Roto, destronados por presumir de oro, coches y pistolas ante miles de seguidores | Noticias de Madrid



Cualquiera podía saber que a los Gabarre le iban bien los negocios. Bastaba con seguir sus cuentas de las redes sociales para que deslumbrara su oro, en forma de pesados collares que romperían un cuello fino. Lo sabía, también, la banda que a principios de 2024 secuestró a dos de sus miembros en el conocido como narcohotel okupado de San Blas durante días para exigir a su familia jugosos rescates. Lo sabían también sus enemigos en el negocio de la droga, a los que amedrentaban con esas demostraciones de poder. Y lo ha acabado sabiendo también la policía, que, en una operación conjunta de la nacional y la municipal, detuvo el 2 de abril a 27 de sus miembros a los que intervino 1.160 plantas de cannabis, 21 kilos de cogollos de marihuana embolsada y varias armas de fuego.

El 19 de enero de 2024, los GEO, el grupo de élite de la Policía Nacional, irrumpía en Aragon Suites, un complejo hotelero abandonado desde hace años ubicado en el distrito de San Blas, conocido por ser escenario de reyertas, homicidios y trapicheo de droga. Ese día, añadió a su menú criminal ser escenario del secuestro de dos miembros de la misma familia, los Gabarre. Entre los miembros de la banda que retuvo a los dos hombres estaba Ramón Santiago, uno de los asesinos de Sandra Palo, una joven salvajemente violada y asesinada en 2003. Él fue el que se llevó la atención de aquella operación, pero las víctimas tampoco pasaron desapercibidas. Cuando sus familiares denunciaron el secuestro a la policía, habían hecho ya un primer pago y les exigían otro de 90.000 euros. ¿Por qué se había fijado esta banda precisamente en estos dos hombres?

Sus cuentas en diversas redes sociales arrojaron la respuesta. Los billetes aparecían amontonados, clasificados y embolsados de todas las maneras posibles. Tampoco faltaban los Mercedes y los BMW, ni los adornos de oro de todo tipo. Tampoco se cortaban a la hora de enseñar pistolas y munición o subir vídeos en los que disparaban al aire con cualquier excusa y hacían trompos con sus vehículos de lujo, incluso delante de la policía. Todo ello, aderezado con dibujos de corazones, de caritas sonriendo y de cremalleras en la boca, para indicar una supuesta discreción que no era la que ellos mantenían. Eran los reyes del Caño Roto, una colonia de casas bajas en el distrito de Latina de Madrid. Y, como reyes, querían mostrar su poder.

Estas publicaciones acumulaban miles de visualizaciones, los soberanos de la droga se creían impunes, intocables. Pero los investigadores policiales utilizaron estas publicaciones para ubicarlos en el mapa. Su fuerte estaba en Caño Roto y también en la localidad toledana de Numancia de la Sagra. Allí vivían y se dedicaban a su negocio: la marihuana y el cannabis. Algo que los policías pudieron acreditar después de horas de vigilancias y seguimientos, nada fáciles porque cualquier extraño en el territorio se hace notar. De hecho, este es uno de los motivos por los que los narcos de la marihuana escogen localidades pequeñas o en zonas desplobadas, donde los vecinos tienen miedo de delatarlos y disponen de grandes inmuebles para dedicarse a esta jardinería que tantos beneficios les da. A estas viviendas se les llama en el argot “casas verdes” y, en este caso, eran chalés ocupados.

El negocio familiar tenía dos vertientes: la del cultivo y la de la compraventa a diferentes proveedores. Por un lado, compraban marihuana ya embolsada y preparada para la venta a pequeños productores. Una vez reunida una cantidad considerable, vendían al por mayor esta droga a una tercera organización que se encargaba de exportarla al extranjero. Por otro lado, los agentes localizaron cinco plantaciones de marihuana regentadas y cuidadas por miembros de la familia. El clan había sufrido además varios vuelcos a lo largo de los años, como se conoce al robo de mercancía y dinero entre bandas criminales.

Todo este mundo de opulencia se vino abajo a principios de abril, cuando un importante contingente de 150 agentes de la policía nacional y la municipal se desplegaron en Madrid y Toledo para desarticular este entramado. En los registros, encontraron lo que buscaban: droga, armas y vehículos de lujo. Pero también sorpresas, como una caja fuerte que solo contenía consoladores. Eso se lo guardaban para la más profunda intimidad.



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