La búsqueda incansable de Cándido por Victoria y 20 familiares, cada día a pie, junto al río Poyo: “Si no lo busca nadie tenemos que hacerlo nosotros”
Cándido Molina Pulgarín tiene 62 años, complexión delgada y 1,80 metros de estatura. Desapareció junto a sus tres perros el pasado martes día 29 junto al barranco del Chiva, en Valencia, en una de las peores zonas de la DANA. Victoria Sánchez, su pareja desde hace 18 años, lleva buscándolo desde el viernes. Todos los días se recorre la rambla del río Poyo arriba y abajo, acompañada de una veintena de familiares y amigos, algunos de los cuales han venido de fuera, buscando entre las cañas alguna señal que les permita encontrar a Cándido o a sus animales.
«Nos han abandonado», denuncia a este diario Victoria, que siente que las autoridades no están haciendo todo lo posible por localizar a Cándido. Habla por teléfono desde el mismo barranco, que ya se ha convertido en su rutina diaria. Desde allí envía una fotografía que ha improvisado este martes uno de sus familiares. Victoria no hace otra cosa que intentar localizar a su compañero. «Si nadie busca a Cándido tenemos que hacerlo nosotros», se lamenta.
«Cándido es camarero y los martes es el único día que tiene día libre. Por eso fue a pasar el día a la caseta que tenemos al lado de la rambla de Chiva, donde hay una pequeña huerta que es su hobby y su ilusión. Si yo hubiera estado con él cuando la tormenta, ahora también estaría desaparecida. Pero yo trabajaba y me encontraba en Valencia», explica Victoria.
Cuando se desbordó la rambla del río Poyo, Cándido se encontraba en la huerta, donde suelen sembrar alcachofas, habas, puerros, coliflores o berenjenas para abastecerse en casa. Estaba con Juani (un podenco), Quina (una ratonera sin raza) y Mambo (un pitbull). La última vez que Victoria y Cándido hablaron fue a las 19.00 horas, cuando ya había inundaciones. Una hora y cuarto antes de que sonara el aviso de Protección Civil en los teléfonos valencianos.
Aquí se originó la tragedia: el caudal de la rambla del Poyo pasó de registrar 28,7 metros cúbicos por segundo a las 16.13 horas a llevar, a las 18.43 horas, 1.686 metros cúbicos por segundo, cinco veces más que el caudal del río Ebro, según se desprende de los correos electrónicos que la Confederación Hidrográfica del Júcar envió a la Generalitat valenciana, adelantados por EL MUNDO.
«Él se subió al tejado de la caseta con los perros. Me llamó varias veces. Me decía que estaba entrando agua. Después gritaba. Más tarde aseguraba que se iba a ahogar. Y que no se quería morir. Y que quería estar toda la vida conmigo. Y que tenía frío. Y que tenía miedo. Y esto es lo último que supe de él, tras muchas llamadas. Se cortó la cobertura a las 19.00 horas, antes de la alerta y cuando ya había coches arrastrados por la corriente y gente ahogándose», relata.
Victoria desconfía desde entonces de los servicios de emergencia. «No nos han ayudado nada, ha pasado una semana y no sabemos nada de él. Es una vergüenza. Abandonados todos. Esto es como si estuviéramos en Etiopía o Senegal», expresa.
Añade que, el pasado martes, cuando perdió la conexión con el teléfono de Cándido, llamó «al Ayuntamiento, a la Policía, a la Guardia Civil, a los Bomberos, al 112 y a la Capitanía General». «Nadie me cogía el teléfono y lo mismo ocurrió el miércoles. El jueves puse una denuncia por desaparición ante la Guardia Civil de Valencia. Sólo me han llamado una vez para ir a dar los datos y contar cómo iba vestido. Pero nada más. No me han vuelto a llamar». Tampoco dice haber visto efectivos de los servicios de emergencia en la rambla del Poyo, a pesar de que este martes están por la zona.
Por eso todos los días Victoria traza una ruta en el mapa y se echa a caminar por el barranco. Le acompañan su hermana, su hermano y su cuñada, que han venido desde Córdoba para participar en la búsqueda. Son, según los días, de 17 a 20 personas, entre familiares y amigos. Se separan en dos grupos y se reparten por tramos distintos. Empezaron primero donde estaban la caseta y la huerta, que han desaparecido arrolladas por el agua. «Allí ya no queda nada».
Cándido y Victoria viven en Valencia. El trabaja en un restaurante y ella, en una empresa de limpieza. Pero está de baja laboral desde la desaparición de Cándido porque no puede hacer nada más que seguir buscándolo.