IVIMA: En la vivienda social de Virginia nunca deja de llover | Noticias de Madrid
Virginia saca los platos secos del lavavajillas mientras el agua cae sobre su cabeza. Lo hace a oscuras, en la cocina de casa. Cuando llueve prefiere no pulsar el interruptor por el riesgo de que se produzca un cortocircuito en los focos. De vez en cuando lo intenta, pero saltan los plomos. El humidificador que compró por 200 euros está en rojo y marca un 80% de humedad en el aire que respira mientras que lo recomendable es que no se supere el 60%. Hay un olor a cerrado, a óxido, a agua estancada. El techo de pladur que la cubre es una especie de cuadro abstracto, lleno de bolsas de agua con forma de telaraña que se reproducen cada mañana. “Lo que hay al otro lado no me lo quiero imaginar”, dice la mujer, que al colocar los cubiertos trata de no tropezar con los cubos inútiles que tiene por el suelo para que eso no se convierta en una piscina.
Se supone que Virginia Luna, de 51 años, habita una vivienda social. La casa, ubicada en el distrito de Tetuán, pertenece al Instituto de Vivienda de Madrid (IVIMA), ahora conocido como Agencia de Vivienda Social de la Comunidad de Madrid. Se supone porque sus “goterones” no son una avería aislada, llevan ahí desde 2018. Virginia tiene, además, esclerosis múltiple, una enfermedad detectada en 2012 que precisamente la hizo ser seleccionada para este piso cuando quedó libre en 2015. Firmó un contrato de cinco años, a partir de los cuales se renovaría el acuerdo de curso en curso. Paga unos 400 euros al mes por el inmueble, de 56 metros cuadrados, en el que vive con su hijo de 14 años. Las condiciones insalubres de su vivienda la obligaron a interrumpir su tratamiento con ocrelizumab, un fármaco inmunosupresor que le bajaba las defensas hasta el punto de empezar a padecer innumerables infecciones respiratorias derivadas de la humedad del domicilio. En el último informe médico se especifica que ha sufrido un “empeoramiento radiológico” significativo.

La primera reclamación de Virginia al IVIMA data del cinco de marzo de 2018. No obtuvo respuesta ni a esa ni a ninguna de las que vendrían después. Meses más tarde descubrió que la gestión del edificio, en realidad, pertenece a la empresa Testa Homes, que a su vez es propiedad del fondo Blackstone. Se enteró un día de 2019 en el que un trabajador de la corporación llamó a la puerta para “chequear la avería”. Mantuvieron conversaciones durante un tiempo hasta que dejó de saber de ellos sin que se hubiera aplicado ninguna solución.
El problema siguió repitiéndose sistemáticamente cada año conforme llegaba el invierno. En 2021 apareció otro reparador, esta vez de la empresa RTA, supuestamente contratada por Testa Homes. Según Virginia, este operario le explicó que se había procedido a cambiar un trozo de tela asfáltica en el ático, donde se encontraba la filtración. Esta versión se la corroborarían posteriormente en el IVIMA. “Me dijeron que el problema estaba solucionado”, cuenta Virginia. Nada más lejos de la realidad. La gotera fue en aumento durante las temporadas de lluvias hasta que el cuatro de septiembre de 2023 Virginia tuvo que llamar de urgencia a los bomberos del Ayuntamiento de Madrid porque pensaba que la casa se le venía abajo. Caían cascadas de agua. En el informe posterior a la intervención, se detalla:
En el lugar nos recibe la inquilina de la vivienda que nos indica que es un problema que lleva tiempo denunciando. Se trata de una filtración de agua abundante con origen en la cubierta, causado por el agua de la lluvia. Se realiza la retirada de todo el falso techo afectado por el riesgo de caída inminente. Se informa a los vecinos que vuelvan a reclamar a la propiedad o su subsidiario.
La visita de los bomberos finalizó con un remedio casero y “provisional”: un mantel de tela que cubría el socavón que dejaron. Ahí quedaría durante casi un año. Virginia recuerda que este no ha sido el único momento traumático. El 31 de marzo de 2024 el SUMMA acudió a su domicilio cuando en medio de otra tormenta a la mujer le dio una crisis de ansiedad. “Me quedo paralizada en cuanto escucho llover”, asegura. “Se supone que esta casa me la dieron para que pudiera vivir mejor, pero me está aplastando. Es desesperante, siento que vivo en la calle. El frío y la humedad son insoportables. Si no está mi hijo intento evitar hacer la cena porque solo la puedo hacer a oscuras y mojándome. Esto impide que pueda atender a mi vida y a mi enfermedad, que es degenerativa. Es que ni siquiera podemos invitar a nadie a casa por el riesgo de que haya un accidente mientras están aquí. Esto no es la vivienda social que prometen”, se desahoga Virginia mientras revisa toda la documentación que acumula.
Desde el IVIMA se reconoce que “conocen la situación y se realiza un seguimiento continuo de su evolución”. “Los técnicos de la AVS han visitado la vivienda en varias ocasiones desde 2019 y se han efectuado distintas actuaciones para arreglar la incidencia. Ya en 2019 se impermeabilizó la terraza del piso superior. Además, de forma más reciente, se están llevando a cabo pruebas en los conductos de ventilación para determinar el origen de la filtración de agua. En este sentido, la Agencia ha enviado distintas órdenes de intervención a la empresa encargada del mantenimiento del edificio”, declaran. El problema, según ellos, radica en “la complejidad para detectar su origen”. “El pasado día 20 de marzo de 2025 se solicitó a la empresa que acuda a la vivienda y vuelva a inspeccionar todos los elementos en los áticos que puedan ser sensibles a producir filtraciones”, aseguran.
Virginia define la esclerosis múltiple como la “enfermedad de las mil caras”. “Te va destruyendo progresivamente. Sientes un cansancio extremo, insomnio, pérdida de músculo o problemas de vejiga. El caso es que lo que se recomienda es que te focalices en ti, que vivas con tranquilidad y que te ejercites. Es decir, lo contrario de lo que vivo. Es un estrés continuo cada invierno desde 2018. Me ha llegado a afectar al habla. Se supone que tengo una incapacidad para no trabajar y llevo seis años haciendo de administrativa, pedida entre papeles, correos y reclamaciones que nunca fructifican en nada”, reconoce.
Con todo esto, Virginia se cansó de peticiones sin respuesta y decidió acudir personalmente a la sede del IVIMA en la calle Emilia. Tras un encuentro desafortunado con el técnico de reparaciones y obras de vivienda social, pidió entrevistarse con sus superiores. La atendió la directora del departamento, que al parecer comprobó todos los papeles y los informes médicos. Cuando terminó de revisarlos admitió que era una situación “intolerable” que necesitaba una solución “inmediata”. Virginia, acompañada de su hermano, salió reconfortada del encuentro.
Un responsable de Testa Homes acude pasados los meses nuevamente al domicilio. Promete que cambiarán el rodapié del ático y, tras realizar unas pruebas con cámaras, la avería “ya está detectada”. Así, el agujero queda tapiado con un techo de pladur. La obra duró tres días. Al marcharse, los operarios animaron a Virginia: “Ya puedes vivir en tu casita tranquila”. Pero a ella no le convenció la operación porque nuevamente se afrontaba el problema desde su vivienda y no desde la terraza del piso superior, donde se produce la filtración. “Ha sido un parche”, señala ella dirigiendo su mirada a las bolsas de agua.

Ahora, con las lluvias ininterrumpidas durante semanas, la mujer ha vuelto a la casilla de salida. Ha dedicado toda su energía a fregar y mover cubos de agua de la cocina al baño y a observar cómo se reproducían las goteras. Su desgaste físico y emocional es palpable. “Parece que me están forzando a marcharme. Ellos se tienen que hacer cargo de sus responsabilidades, digo yo. Y comprender que aquí viven personas y no animales. Mi enfermedad se acelera por las condiciones en las que tengo que vivir”, declara.
Cada día, Virginia se sienta en el salón, coloca en la mesa el portátil sobre una caja de cartón. Ahí, redacta como si fuera un acto reflejo el mismo correo electrónico a Testa Homes con una esperanza cada vez más vaga de obtener respuesta. El comienzo, que escribe de memoria, siempre es el mismo:
Buenos días. A día de hoy siguen sin ponerse en contacto conmigo. Los daños van en aumento. Cae agua por el techo de la cocina que están produciendo perjuicios cada vez más importantes. Muchas gracias.
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