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¿Está imputado el fiscal general de Ruanda?


Actualizado

El índice de Transparencia Internacional dirá lo que quiera, pero todos sospechamos que las sesiones de control en el parlamento de Ruanda son más divertidas que en el nuestro. Así que tenemos lo peor de los dos mundos: el tedio argumental del primero y la higiene institucional del tercero. Ya que siete años de CoPro (coalición progresista) nos han instalado en niveles subsaharianos de corrupción, podrían darnos al menos un poco más de espectáculo. Pero al parecer la fase terminal del sanchismo se propone conciliar la cooptación del gran capital -de Telefónica a La Caixa- con la manufactura desganada de un cainismo de pésima calidad.

Lo mínimo que se le pide a un combate contra la tecnocasta planetaria o a una guerra civil sostenida desde el búnker monclovita son emociones fuertes. Pero la vuelta al cole parlamentario de este miércoles se ciñó al puro bostezo. No hay esfuerzo. Se despacha un odio muy superficial, y es una lástima. El Gobierno no se está tomando en serio su cruzada contra el fascismo y así es muy difícil ganar la batalla del relato. Deberían tomar ejemplo del pardillo de Alvarone: él sí se lo tomó en serio, según constata la Guardia Civil.

Pedro no es Pedro. Parece su hermano. Se queda a medias entre el ataque a la oposición y la defensa propia, sin apostar convincentemente por ninguna de las dos. No se puede presumir con algún crédito de haber desmontado los “mantras neoliberales” con Yolanda sentada a su lado, esa vicepresidenta que tiene diagnosticada una agresiva cepa de neoliberalismo en el Gobierno. Y tampoco se puede afirmar alegremente que “el Gobierno funciona” después del espectáculo sororicida del consejo de ministros a cuenta de la imposición del IRPF al salario mínimo. La cosa debió de ser grave, porque María Jesús Montero se ha puesto mala. Le subiría una décima al ver por la tele a su rival aproximando un palmo su boca “populista” a la boca de Pedro bajo una nube de foteros que no me dejarán mentir. Hay tres proposiciones en marcha para acabar de ensañarse con la enferma, y tienen votos para hacerlo. La pinza galaica entre Díaz y Feijóo puede considerarse la primera vez que Sumar hace honor a su nombre.

En todo caso una sesión de control sin María Jesús Montero es como ir al Corral de la Morería a que te pinchen house. Todo suena automatizado. Toda forma de espontaneidad dialéctica o gestual ha quedado abolida. Cada argumentario es pronunciado exclusivamente para la cámara de eco digital de la parroquia propia. Abascal liga su aplaudida mayonesa a base de Marruecos, Soros, Trump y el PPSOE y la sirve en un clip de vídeo de minuto y medio. Solo cometió el error de mencionar a Putin, arriesgándose a una colleja de Orban -a ver si le va a cerrar el grifo del crédito- y dejándosela botando al presidente en la réplica. Rufián se erigió en azote del antiwokismo, convencido de que todavía es aquel portavoz indómito y rupturista, cuando lo cierto es que se trajea de marrón como cualquier adulto que ignora que el antiwokismo estomaga ya tanto como el wokismo. Nos enfada un poco que el insurgente amaestrado, un caso tan exitoso de pesoización, no llegue a ministro. You have been psoed, Gabriel.

La matinal importaba poco a Aitor Esteban, nuevo atamán de los vascos -y de las vascas-, que llegó tarde y cada poco salía del hemiciclo pendiente del móvil, suponemos que para organizar las exequias de Andoni Ortuzar con impecable arreglo a la liturgia jesuítica. Tampoco comparecía Miriam Nogueras, nuestra loba capitolina, que solo se acerca al aprisco cuando puede sembrarlo de cadáveres.

Toda la responsabilidad defensiva recayó una vez más en Félix Bolaños, zaguero mayor de la república de Ruanda, bombero pirómano de la casa en llamas de Moncloa. Don Félix tiene una ventaja: no tiene que fingir el rencor que siente por Cayetana Álvarez de Toledo; rencor incomprensible, porque ni la inteligencia ni la cultura abundan en ese hemiciclo y cualquier adversario debería valorar el esmero que Cayetana pone en sus intervenciones. Quizá solamente se trate de nervios, porque el Supremo no escucha al ministro del ramo con la unción con que lo hacía Álvaro García Ortiz, alias Delete. Y no es fácil vivir con miedo a que aparezca tu nombre en los mensajes o los correos de un procesado inminente. “Sé fuerte, Álvaro. Piensa en Cándido“, le susurrará don Félix al atribulado fiscal por paloma mensajera, en la esperanza de que no la termine cazando también la UCO.





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