El qu, adems del quin
Una cosa es que nuestro sistema se acerque demasiado a una partitocracia. Otra cosa es que cualquier acontecimiento deba ser interpretado nicamente segn les vaya bien o mal al PSOE o al PP. La concentracin del domingo en Madrid se prestaba, por ejemplo, a ser vista como una prueba del apoyo que tiene actualmente el Partido Popular. Esto no significa que ese fuera el nico sentido de la concentracin, o lo nico de ella que merece comentario. Del mismo modo, el procesamiento del Fiscal General del Estado por un delito de revelacin de secretos se presta a ser ledo como una victoria poltica de Isabel Daz Ayuso. Otra cosa es que esta sea la nica implicacin de la noticia cuando, en realidad, no es ni de lejos la ms importante.
La etapa de Gobierno de Pedro Snchez ha sido un amargo recordatorio de los aspectos ms lamentables de los partidos polticos. Hemos comprobado su funcionamiento como agencias de colocacin en las instituciones, y pocas veces siguiendo criterios de servicio pblico; ah est la turbia ‘fontanera’ Leire Dez ocupando puestos importantes en Correos, o ah tenemos los sueldos pblicos que percibieron las ‘sobrinas’ de balos. Tambin se ha vislumbrado la abrumadora capacidad de los partidos para influir en el debate pblico, y no solo con argumentarios -cuyo cometido a menudo no es tanto convencer como polarizar- sino tambin con ‘movimientos’ en los medios de comunicacin. Hemos asistido al espectculo de un partido que ofreca impunidad a un prfugo a cambio de que este le permitiera seguir en el poder, sin importar la tensin social y el deterioro institucional que ello acarreara.
Por todo ello resulta til recordar que los partidos tambin pueden cumplir una funcin ms all de servir sus propios intereses -incluso cuando, efectivamente, los estn sirviendo-. Por ejemplo, que pueden actuar como cauces de la opinin ciudadana en momentos en los que estalla un escndalo. Algunos se han preguntado qu sentido tena organizar una concentracin si Snchez no va a convocar elecciones por ello. No s qu sentido tendra para el Partido Popular, pero dira que lo tuvo para quienes eligieron acudir a ella. No puede quedar tan lejos el tiempo en el que se afirmaba que la democracia no consiste solo en votar cada cuatro aos.
El caso de Garca Ortiz, por su parte, recuerda que las disputas partidistas pueden arrojar informacin importante sobre el funcionamiento de las instituciones. Lo de menos es si el procesamiento beneficia la estrategia del Gobierno madrileo ante las presuntas irregularidades de la pareja de Ayuso. Centrarse en esto conduce al lugar alucinado desde el que un ministro podra afirmar, por ejemplo, que el Supremo habra dictado un auto distinto si la manifestacin del domingo hubiese estado ms concurrida. No; la cuestin es que al calor de esa disputa partidista hayan surgido indicios de que una institucin tan delicada como la Fiscala particip en una maniobra del Ejecutivo contra una rival poltica. Aunque quiz lo ms importante sea descubrir que Espaa tiene un fiscal general que est dispuesto a borrar mensajes que l sabe que van a ser objeto de una investigacin. Por desgracia, tiene sentido que los partidos nunca destaquen tanto el qu como el quin. Otra cosa es que esto impida a los ciudadanos ver el qu, adems del quin.