Cuando dejemos de hablar del apagn


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Puede que no haya interpretacin ms repetida, a la hora de analizar las acciones del Gobierno, que la que sugiere que Snchez intenta ganar un relato. Ya estemos hablando de la renovacin del CGPJ, la impunidad de los sediciosos de 2017, el plan de rearme o el robo de cable que afect a decenas de trenes, nunca faltan voces que interpretan las palabras del Gobierno como muestra de que intenta dirigirnos hacia una visin determinada de los hechos. Una favorable a sus intereses, claro. No es una novedad del sanchismo: en los aos de crisis del sistema de partidos nos hartamos de or hablar de relatos que se ganaban o se perdan; el caso es que siempre estaban en disputa. Otra cosa es que los gobiernos de Snchez, con su claro deseo de orientar el debate pblico -detectable en todo lo que va desde las consignas coordinadas de los ministros hasta los movimientos en determinados medios de comunicacin, pblicos y privados- hayan animado a recurrir una y otra vez a la explicacin relatolgica.

Esto ha ocurrido de nuevo con la respuesta gubernamental al gran apagn. Desde el principio, muchos vieron las referencias de Snchez a los operadores privados -Red Elctrica incluida- o su insistencia en no descartar un ciberataque como pruebas de que ah haba algo ms que un deseo sincero de averiguar qu haba pasado. Ms bien se estara intentando desactivar las implicaciones ms delicadas para la Moncloa de este episodio, presentando el apagn como algo que no tena nada que ver con el Gobierno; si acaso, habra que sospechar de las codiciosas energticas. As, y como sealaba Francisco Pascual en este diario, se orillaran cuestiones ms espinosas, como los avisos desodos, los problemas que se derivan de cmo ha planteado el Gobierno el mix energtico, o las consecuencias de colocar a afines con escaso conocimiento tcnico en puestos estratgicos.

La cuestin es si realmente se busca imponer un relato o si, ms bien, se trata de desviar la atencin de aquellas lecturas que al Gobierno le resultan ms incmodas. De embarrar el debate, en definitiva, hasta que la ciudadana se canse. Al fin y al cabo, la supervivencia de Snchez nunca se ha explicado tanto por sus victorias comunicativas como por la limitada capacidad de atencin del debate pblico. Si miramos ms all de sus ms fieles, no se puede decir que el Gobierno haya ganado muchas de las batallas por el relato que ha librado; si lo hubiera hecho, el PSOE no habra quedado segundo en las ltimas elecciones. S ha sido habilidoso a la hora de calcular qu polmicas se iran diluyendo con el tiempo, hasta perder gran parte de su capacidad para hacerle dao. Y es muy posible que esto sea lo que acaba ocurriendo con el gran apagn. Es difcil que el Gobierno logre imponer una explicacin favorable a sus intereses, pero no lo es que el debate se vuelva tan enmaraado -sobre todo en un asunto en el que se usan trminos como fuentes asncronas- que acabe aburriendo a la opinin pblica. Y el problema, una vez ms, es cuntos fallos se habrn quedado sin corregir, cuntas responsabilidades sin depurar, cuando pasemos a otro tema.





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