Pleitos y andanzas del intruso profesional


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Entre la “amplsima mayora de jueces que cumplen con su labor con absoluto rigor”, segn ha afirmado (con escaso miramiento por la cacofona consonntica) el marido de Begoa Gmez en las Cortes, hemos de suponer que no se encuentra ni el juez que investiga a su esposa ni el que investiga a su fiscal general ni el que investiga a su antiguo secretario de Organizacin y ministro de Transportes ni el que investiga al asesor plenipotenciario de ese ministro, presentado en el Manual de resistencia como “un gigante de la militancia”. En consecuencia hemos de suponer que los jueces que “no han completado la Transicin”, o sea los franquistas, son todos estos ms todos aquellos que vengan a sumarse al examen de la arborescente corrupcin que trepa por las paredes internas del bnker sanchista.

El testimonio del compaero Jos Luis, a quien siempre nos quedaremos con ganas de preguntar si haba punto violeta en Atocha 25, no parece haber convencido de su inocencia al magistrado Puente (no confundir con el postulante a la sucesin de Pedro). Motivo por el cual el referido juez ha cursado suplicatorio al Congreso por los cuatro grandes de la corrupcin ibrica, el pker de la tia institucional, el big four de la mierda de cuello blanco: integracin en organizacin criminal, trfico de influencias, cohecho y malversacin. Se oyen desde aqu los murmullos de admiracin que se elevan desde ciertas aldeas de Calabria.

Ahora bien, balos ha firmado con Koldo el mismo acuerdo calabrs que Snchez parece haber suscrito tcitamente con balos: t carga con el muerto que maana la organizacin (Rosa Nostra) sabr ser generosa con tu sacrificio penal. “Qu ms pruebas quieres de mi esplendidez si el ao pasado te met en las listas en puesto de salida con presidencia de comisin”, podra aducir el seor de los indultos en caso de que al pobre Jos Luis se le atragante la perspectiva de una temporada en Villa Candado. Una tipologa de hogar tristemente ajena a los jardines y a los pianos.

Y si balos descarga en su fiel leador toda la culpa, lo mismo hace con la Complutense la bachiller Gmez. Que este mircoles deba explicarle al juez Peinado por qu acudi a la oficina de patentes -ella en persona o ms bien la mucama que se finga directora de programas de Moncloa- para registrar a su nombre el software de 150.000 pavos que dos multinacionales cotizadas y una empresa pblica crean estar donando a la Complu en aras de la ciencia y no tanto del fundraising. Tampoco supo explicar nuestra directora de ctedra extraordinaria -o nuestra extraordinaria directora de ctedra- por qu nadie haba barajado nombrarla cosa semejante hasta el exacto momento en que su maromo cambi el colchn de La Moncloa y se puso a colonizar instituciones como si lo hubiera posedo el primo bulmico de Nez de Balboa.

Por todo ello, de los cuatro cargos que pesan sobre la primera dama de la transformacin social competitiva nos gusta especialmente el de intrusismo profesional. El lenguaje jurdico goza como ningn otro de la envidiable virtud de la precisin, y efectivamente los Snchez-Gmez nunca han sido otra cosa que un matrimonio de intrusos. Los echaron una vez en octubre de 2016 y los volvern a echar, indefectiblemente.

A todo esto, Bruselas advierte de que el riesgo de exclusin social y el nivel de pobreza infantil han alcanzado un punto crtico en la Espaa del cohete sanchista. Estas cosas suceden no porque sobren los intrusos profesionales, sino precisamente porque faltan. Pero no todo el mundo vale para ir por esta vida gastando la jeta berroquea de Pedro, de Begoa o de Jos Luis.





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