De palacio a fortín republicano, la historia del único castillo medieval del casco urbano de Madrid | Noticias de Madrid



La parcela no es muy grande, pero en ella no cabe un pedacito más de historia. Bajo su suelo, restos de asentamientos antiguos desde la Edad del Bronce hasta la época Romana y sobre él, el Castillo de la Alameda, el único castillo medieval que se conserva en Madrid capital. Esta fortaleza está relacionada con algunos de los linajes más importantes de la historia de España y ha sido testigo de luchas entre señores, de épocas palaciegas y hasta de guerras civiles (de la que aún conserva un nido de ametralladoras). Su historia, poco conocida entre residentes y turistas, va saliendo a la luz poco a poco y desde 2010, ya restaurado y abierto al público, el castillo cuenta su historia a todo aquel que quiera visitarlo.

Se construyó en torno al siglo XV en lo alto de un cerro, con buena vista de sus alrededores y agua cerca. Era época de luchas entre señores que necesitaban defenderse unos de otros y se levantó justo en este punto porque está en el camino entre Madrid y Guadalajara y los Mendoza, sus primeros dueños, tenían en esta última muchas posesiones. “Tiene todos los elementos: foso, escarpa, contraescarpa, puente, antebarrera y la torre del homenaje. Son como capas de cebolla de tipo defensivo”, explica María Victoria López Hervás, conservadora del Castillo de la Alameda de Osuna. Pero en el siglo XVI se produce un cambio social y los señores dejan de luchar entre ellos para esmerarse en servir al rey. “Estos castillos ya no tienen esa función defensiva y lo que se hace con estas fortificaciones es reformarlas y adaptarlas al gusto del momento. Son como palacetes de recreo en los que son importantes los jardines”, añade la conservadora. Así que el foso de la fortaleza de Alameda de Osuna pierde entonces su función de barrera y se convierte en un espléndido jardín con parterres, fuentes y hasta un estanque de recreo. También la propia fortaleza sufre reformas: se construye una planta más y se abren grandes ventanales. Que el castillo pasó a ser el palacete de un noble que estaba al servicio de la monarquía lo demuestran dos ejemplos que da Hervás: “Una de las mujeres de Felipe III cuando vino a Madrid, a casarse con él, pasó la noche allí antes de entrar en Madrid. Y aquí sufrió prisión el III duque de Alba”.

Pero la reforma para convertirlo en palacete hipotecó a la familia Zapata, la entonces propietaria de la fortaleza, que además dejó de tener descendientes varones que pudieran vivir allí y mantenerlo, porque las mujeres residían con sus maridos. Así que cuando el siglo XVII se produjo un fuego, la familia no se planteó arreglarlo. Quedó abandonado. Incluso las piedras de su torre y de diferentes dependencias se emplearon en construcciones de la aldea cercana. “También el mismo parque de Capricho, que se construye en el XVIII, pidió permiso para coger piedras. Lo usaron un poco con almacén y no se plantearon arreglarlo. Eso hizo que el castillo fuera perdiendo estabilidad y que se mantuviera peor”, resume López Hervás.

En el siglo XIX hubo algún intento de reformarlo, pero fracasó. Hasta que estalló la Guerra Civil y el castillo recuperó la faceta defensiva para la que fue construido. “Está muy cerca del parque del capricho y ahí se encontraba la Posición Jaca donde estaba General Miaja que dirigía el bando republicano. Los propios muros del castillo sirvieron para un pequeño episodio”.

Pero pronto volvió a su abandono, hasta que a finales del siglo XX la Comunidad de Madrid empieza a protegerlo. Y a principios de siglo realiza excavaciones arqueológicas y un proyecto de documentación que culmina con la apertura al público del castillo en 2010. En esas excavaciones aparecieron cerámicas del renacimiento coloridas, tijeras, restos de vidrio e incluso un azulejo con cinco zapatitos, que es emblema de los Zapata. Y lo que aún quedará por desenterrar, añade López Hervás: “No solo bajo el recinto del castillo, también en el exterior. Seguro que pueden aparecer cosas”.



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