Utiel, el pueblo del origen de la tragedia, a 100 kilmetros de Valencia: “A las 13.30 horas ya estbamos subidos a las ventanas. Pensamos que el mundo se acababa”
Enrique Platero mira a la que era la fachada de la planta baja de su casa, donde ahora hay un enorme boquete de no menos de cinco metros de ancho por cuatro de alto. “Eso lo hizo el agua, vena con una fuerza impresionante. Otras veces se ha desbordado el ro y han entrado como 20 centmetros de agua en casa pero esta altura nunca. En los 64 aos que tengo no he conocido esto”, dice. Una mancha de barro le recorre la nariz y los pegotes van aumentando hasta que llegan a las botas de agua, que no se sabe bien de qu color son.
A su espalda est el ro causante del destrozo, el Magro. A medioda del mircoles, sus aguas circulan rpidas y sucias, pero unos tres metros por debajo del nivel de la calle. Segn la marca que la crecida ha dejado en las paredes de la hilera de viviendas construidas en su margen izquierdo -en la calle Hroes del Tollo-, el martes el caudal se elev hasta alcanzar los cables de la luz, inundando por completo las plantas bajas.
Es la zona cero de la tragedia de la DANA en Utiel (Valencia), donde se contabilizan seis fallecidos, todas personas mayores que quedaron atrapadas en casas de una sola planta en esta zona. “Fue una ratonera”, nos ha dicho minutos antes una vecina que trataba de achicar el barro con un cepillo y quien ayud a salvar a un padre y a su hijo. “Venan en el coche. El padre le dijo al hijo que viniera aqu a mi casa corriendo, pero a l no le dio tiempo a llegar y se subi en el techo del coche. Llamamos al 112 y lo rescat el helicptero. El hijo se qued aqu”, contaba.
Utiel fue el primer punto de la Comunidad Valenciana en sufrir la embestida de la DANA. Aqu comenz a llover con fuerza sobre las 13.30 horas. La crecida fuerte, explica Enrique, se produjo en torno a las 16.00 horas, cuando los 100 kilmetros que separan esta localidad de 11.600 habitantes de Pinedo -ya en la costa, junto a La Albufera-, recorridos por el ro Magro y varios barrancos, se convirtieron en un torrente.
Por fortuna para Enrique, su vivienda tiene un primer piso, en el que se refugi con uno de sus hijos cuando el agua empez a inundar el bajo. Sobre las 23.00 horas, cuenta, asomado a la ventana, presenci una escena impensable. Su BMW G6 negro comenzaba a romper la pared de la planta baja y asomaba el morro a la calle. El agua, comprobara a la maana siguiente, haba roto la puerta del garaje impulsando el coche por el interior de la vivienda y golpe la pared con virulencia, tanta que la atraves. Qued encajado unas horas hasta que sobre las dos de la madrugada sali dejando el agujero que contemplamos. Fue impulsado por la riada, cuesta arriba, 50 metros. Mientras hablamos, el coche pasa a nuestras espaldas, subido en una gra que no deja de ir y venir rescatando vehculos. El agua los arrastr como si fueran barquitos de papel.
Casi a la vez que su coche atravesaba la pared, Enrique, viendo que el agua no dejaba de subir, pidi ayuda. “Tenemos una empresa de excavadoras y vino otro hijo mo y nos sac con una de las mquinas”, cuenta cmo se puso a salvo. Habla al lado de un montn de losetas apiladas junto a la baranda rota del ro. Miden como medio metro cuadrado y tiene 10 centmetros de grosor, pero el agua no tuvo problemas en arrancarlas de cuajo de la acera. Entre ellas hay tambin un banco bocabajo y un baln de ftbol de la seleccin espaola.
En el negocio de al lado, un centro de esttica y peluquera, queda un reloj en la pared, la tele en una esquina del techo y la cuna que Varsilisa, la duea, tiene para cuando se lleva al trabajo a su beb. Nada ms. No se sabe dnde han ido las estanteras, las mesas, las sillas, las ventanas, las puertas. “Esto es lo que hemos podido salvar de momento”, dice sealando el tiesto de una planta y un tazn negro que tiene en la acera.
En el otro margen del ro est el bazar que regenta una familia china. Un lateral del local da al ro y otro a un descampado. Son 700 metros cuadrados de productos que han quedado totalmente inservibles. “Lo hemos perdido todo”, dice la duea, ngela. En una pared, queda intacto un reloj, exactamente el mismo modelo que haba en el negocio de esttica, y un cartel que cuelga del techo con los precios de los sustratos para plantas, da vueltas impulsado por el viento como si fuera un molinillo.
ngela y su marido han perdido la mercanca pero han salvado la vida. “Empez a llover a las 13.30 y el agua entr muy rpido. Mi marido, yo y una empleada nos subimos all”, dice ella sealando a una cristalera que hay casi en el techo y que da al descampado. “Mi marido cogi una estantera y rompi el cristal y nos sentamos all [en el alfizar]”. Muestra ngela un vdeo en el que se ve el local prcticamente inundado y al marido sacando por el ventanal un palo con un gorro atado en un extremo, con el que intentaba avisar al helicptero de rescate de su posicin.
Ni el helicptero, ni las barcas, les dijeron, podan llegar hasta ellos. “Pensamos que el mundo se acababa”, dice mientras su mvil reproduce las imgenes. Diez horas despus, a las 23.30, tomaron la decisin gracias a la que, creen, pueden contrnoslo. “Dentro haba bajado el agua, pero haba mucha mucha fuera. Dijimos: ‘Vamos’. Y logramos salir y llegar al piso de arriba, en el que vive la duea del local. Si no, estamos muertos. Desde arriba o mucho mucho ruido. Seguro que eran los coches”. Se refiere ngela a los dos vehculos que no se sabe cmo, al subir despus otra vez el agua, entraron por los escaparates. Uno de ellos, el blanco, est volcado de lado, apoyado en una columna, con el cap arrancado y el aspecto de llevar aos en un cementerio de coches.
No hay que irse muy lejos para escuchar otro testimonio de supervivencia. En el puente que cruza sobre el ro Magro, el que va del bazar a la casa de Enrique, una pareja mira a las viviendas del fondo, en las que se sitan a los fallecidos. El lodo alcanza all medio metro y no es muy seguro caminar por l, puesto que no se ven los agujeros que han quedado despus de que el agua arrancara tambin las tapas de las alcantarillas. “An no podemos llegar a nuestra casa”, dicen antes de narrar su odisea.
“Como el agua suba y suba nos pasamos a la casa de un vecino que tiene tico. ramos ocho personas. A las 18.00 horas un vecino vino con una lancha y se llev a mi mujer y a nuestro hijo, de cinco aos, pero ya no pudo volver. A las 11 de la noche pudieron entrar los bomberos a ver cmo estbamos y a nada vino la UME y nos sac, cuenta l. “Estamos vivos de milagro, lo resumo as”, dice ella antes de acongojarse al recordar que lo han perdido todo: “Ropa, enseres, recuerdos… Pero, bueno, lo material se repone y en este pueblo nos ayudamos mucho. Ahora lo nico importante es que estamos vivos”.